Claves de lectura

Entrevista de Reyes Omeñaca a Ignacio Cólera

LA NOVELA

12/1/2016

Con motivo de la presentación, en 2016, de El tiempo es de color azul, la revista del Centro de Estudios de la Tierra de Ágreda y el Moncayo, en su número 7, publicó esta entrevista de Reyes Omeñaca al autor de esta novela.


Reyes Omeñaca / Ignacio Cólera

Vivir en un lugar como Ágreda es como leer un palimpsesto, en el que emergieran y se mezclaran de repente los distintos discursos escritos formando uno solo de variadas facetas. Este producto mestizo nos ha permitido a algunos hacernos pelendones, vecinos de un barrio moro; sentirnos temerosos de la aparición del mismo demonio que retó a la niña María Coronel… y otras herencias muy bien asumidas. La tradición oral y después la escrita nos hubo ayudado a hacer exégesis de todas esas vidas vividas en una, la nuestra particular.
Hablo de la experiencia real de vivir en un lugar preñado de historia. Pero de lo que quiero realmente hablar es de cómo nos ha transferido en su libro El tiempo es de color azul Ignacio Cólera Beamonte esa virtualidad de vivir otras vidas en una Ágreda múltiple pero reconocible, al amparo de una naturaleza casi inmutable.

En primer lugar quiero felicitar y agradecer a Ignacio Cólera Beamonte su magna obra; de la que me atrevo a decir que pone al Moncayo y a Ágreda a la altura de una “Terra mítica”, fértil para la literatura y propicia para la ficción, una ficción en la que convive con fuerte coherencia interna lo veraz, lo verosímil y lo inexplicable.

Yo soy el que está agradecido al Centro de Estudios de la Tierra de Ágreda y el Moncayo Soriano y en especial a ti, Reyes, por la consideración otorgada a esta novela a la que he dedicado cuatro años de trabajo en mi tiempo libre. Ágreda y la Tierra del Moncayo constituyen para mí otra realidad, un gran universo que me ha permitido desde siempre vivir y disfrutar de los pequeños sueños, esos que parecen desvanecerse cuando uno crece y por los que muchos darían media vida por recuperar. En esta tierra, al igual que el personaje de Sonia en la novela, no necesito fingir mi propia edad, puedo recuperar el ánimo que nos impulsaba de jóvenes a desarrollar la imaginación jugando y a liberar esa curiosidad que nos acompañaba de niños y que los adultos no siempre consideramos o comprendemos. Adoptando la definición que Marisa Bajo hace de sí misma en el prólogo de la novela, yo también pretendo ser un «paseante de memorias de la calledelmedio», la calle de los juegos de infancia. Cada vez que vengo aquí, esa segunda realidad se abre ante mí como un horizonte mítico en el que perderse; el propio Moncayo, en los días despejados, se va acercando desde la Nacional 122 como una ola gigante, un tsunami necesario para remover lo sustancial de uno mismo a través las inercias del alma… Es el paisaje exterior, familiar y cercano que ayuda a reconstruir el interior que se va deteriorando con la rutina a veces inerte del día a día. Este lugar, este paisaje con el que crecí y me liberé de malsanas rutinas, me ha permitido conjugar una amplia historia de ficción con la que invito a participar con su mirada a un posible lector-espectador.

El tiempo, concepto presente en el título de la novela, es una idea constante en el pensamiento humano y en el arte. El tiempo y la muerte.
Uno de los recursos más utilizados por la ficción literaria y cinematográfica para indagar en la naturaleza del decurso temporal ha sido y es ahora el “viaje en el tiempo”. En tu novela coexisten fundamentalmente tres tiempos; el año 39 d. C., 1615 y 2012 en los mismos lugares (diversos, eso sí, en sus apariencias). Pero, a diferencia de otras ficciones, los personajes no viajan en el tiempo; puede decirse que en sus experiencias el tiempo está abolido, es simultáneo, paralelo.

Los personajes principales, las tres jóvenes de distintas épocas, contemplan, cada una, los tiempos de las otras, pasados o futuros, y experimentan sus emociones en un momento siempre presente que no se mide con un reloj. Cuando el presente se percibe intensamente nos hace conscientes de la presencia del tiempo en nosotros, como afirma Lorca: «Mira a la derecha y a la izquierda del tiempo y que tu corazón aprenda a estar tranquilo». Cuando me planteé este universo de ficción, quise que fuera coherente con unas reglas de juego comunicadas al lector desde los primeros capítulos para hacerle partícipe del mismo, comprendiendo mejor a los personajes en su entorno, aparentemente fantástico, pero regido por unas leyes lógicas que, aunque novedosas y extrañas, facilitaran su lectura. En este caso, el tiempo es un horizonte azul de sucesos, el color de los fosfenos que las tres niñas ven antes de conectarse, poseedoras de una «luz celeste», que vuelve transparente la línea infranqueable del tiempo. Era necesario tejer una narración comprensible en la que el lector observara siempre un presente que avanza en tiempo real, por igual en las tres épocas... a veces hacia lo inevitable. Como educador me parece importante enseñar a percibir esa presencia del tiempo en uno mismo y en los demás, con profundidad de pensamiento, sobre todo para concebir la muerte como parte del misterio de la vida.

Los escenarios históricos, el modo de vida del pasado, las ideas y los códigos lingüísticos de épocas tan alejadas de nosotros como la de Agripina y María están plausiblemente presentados en el relato de El tiempo es de color azul. ¿Qué dificultades has tenido que sortear para que estos mundos sean coherentes y creíbles? Y además respetuosos con los detalles que sobre ellos nos han llegado a través de los documentos históricos.

Los tres escenarios de la novela, incluyendo el del presente, recrean atmósferas históricas en esta tierra del Moncayo. Uno de ellos, el del siglo XVII es el que más he tenido que respetar porque, además del lugar, se han elegido personajes también históricos de los que siempre he querido saber algo más. He intentado un acercamiento desde el punto de vista de la empatía histórica. En una estantería de mi biblioteca dispongo de más de sesenta volúmenes, incluidos comics, con los que me he documentado, sin olvidar la información relevante que se puede adquirir en Internet. He consultado obras sobre historia, tanto de la antigüedad como del siglo XVII, también clásicas de Platón y Aristóteles…, las firmadas por la Venerable y muchas más que se han escrito sobre su figura… Hay que pensar que las tres jóvenes son espectadoras privilegiadas de otras épocas porque no solo ven por los ojos de las otras, también sienten lo que estas sienten y, por tanto, no tienen más remedio que comprenderse sobre todo por sus actos antes que por su lenguaje, no siempre entendido y a veces malinterpretado convenientemente. Al regresar a su tiempo también se ven obligadas a juzgar lo que observan desde su perspectiva cultural, aunque lo hacen honestamente, sin maldad. La documentación y un estilo narrativo próximo a la ciencia ficción, me ha permitido un acercamiento empático a otras culturas, a veces temidas y a veces admiradas, pero no siempre comprendidas. Por ejemplo, podemos admirar -e incluso venerar- al personaje histórico de María Coronel, pero su cultura está muy alejada de la nuestra y para comprenderla el lector debe convertirse en un espectador al que se le ofrece la posibilidad de mirar a través de sus ojos.


La topografía de esta novela, que se muestra en el mapa que cierra la obra con su apariencia celtíbero-romana, pone el acento en lugares rituales, cargados de significados: así la dehesa, donde vive Agripina, donde muere su padre, donde juega María y pasea Selina, donde, también, laboran los monjes sanjuanistas; el castro de la Muela y la vista que desde allí se disfruta del Moncayo; La Cueva de Ágreda, Beratón-Buradon, el camino de Busometus-Vozmediano… Amén del totémico Moncayo y los impresionantes parajes que lo rodean. Me gustaría incidir en el camino de Busometus y los enterramientos celtíbero-romanos, ¿cómo se gestó la idea de este último lugar que conecta tan de cerca con el del posterior convento de la Concepción?

Los espacios de la novela se concretan en lugares de los que uno se apropia para expresar y comunicar sus estados de ánimo. La Dehesa de Ágreda, salvaje o contenida según la época, persiste en todos los escenarios temporales, y la montaña mágica, el Moncayo, con una silueta que no cambia, regala su magia a quien la sabe mirar. De esta forma se van construyendo los mitos: adoptando parajes naturales a los que el ser humano dota de significado. El poeta bilbilitano del siglo I, Marcial, mencionó una serie de topónimos que muchos investigadores relacionan con la tierra del Moncayo: Buradon, laguna de Turgonto, montes de Vadavero…. Los nombres, cambiantes según las épocas, son trascendentales en la configuración de esta "Terra mítica", no existe un topónimo antiguo de Vozmediano y tuve que crear uno que reflejara, de forma atractiva, su más notable accidente geográfico, el nacedero del Queiles: Busometus, el agujero del miedo. También he supuesto que en aquellos tiempos el poblado estaría plagado de fraguas por la calidad del hierro del Moncayo para fabricar armas. El camino hacia Busometus que parte de la antigua Arégrada (Arekora para la madre de Agripina, en lugar de Arekoratas que para algunos autores sería un gentilicio) ha sido recreado con bellos enterramientos extramuros. Hay veces que los lugares sagrados son abandonados y otras que persisten si las circunstancias históricas han sido favorables, en ocasiones resurgen cerca del lugar primitivo. Siempre me ha llamado la atención que el Teatro Principal de Zaragoza se ubique en la actualidad en un lugar muy próximo al antiguo teatro romano…, ¿casualidad? Yo prefiero hablar de convergencia y persistencia de una cultura común. Al lado del convento de la Concepción se encuentra el cementerio de Ágreda. Muchos cementerios se hallan en lugares privilegiados por su belleza que la cultura convierte en sagrados: un barranco…, con una antigua fuente…, un río que se va abriendo paso…, una gran montaña al fondo… En varias ocasiones, a lo largo de la historia, se ha elegido este lugar o sus proximidades para enterrar a los muertos. En el monte al otro lado de las huertas que se contemplan desde el arco califal hay enterramientos árabes y cuenta la tradición que los mártires huidos de Zaragoza en el siglo IV fueron ejecutados también en este lugar. En un momento en el que están conviviendo dos culturas, la romana y la celtíbera del siglo I, he imaginado que este terreno ya era considerado sagrado. Muchas iglesias y conventos se han construido sobre santuarios más antiguos. Por todo, para mí no es casualidad que el Convento de la Concepción se sitúe en sus proximidades así como el antiguo de San Julián de los franciscanos.

Las protagonistas de la novela: Agripina, María y Selina, son niñas que van a sufrir un cambio (mental y físico), que van a hacer un descubrimiento y que se encuentran ante un reto vital. Ellas y otros personajes fundamentales; Sonia, Aunia, Micaela… transmiten una idea de la mujer como portadora de esperanza y armonía. ¿Qué significado o intención podemos extraer del hecho de que sea el mundo femenino el garante de esa esperanza?

He intentado no solo que la mujer tenga más protagonismo en esta novela sino que este se alejara de los tópicos y roles a los que estamos acostumbrados. Me dijo una vez un profesor de Educación Física que las niñas juegan menos al fútbol y a otros deportes porque los niños usurpan muchos de los espacios destinados al juego (y los adultos lo permitimos). Considero la educación en la igualdad como fundamental en el desarrollo de la persona. En este relato he querido que las protagonistas tuvieran un espacio libre para «jugar» a sus anchas. Las tres jóvenes viven su descubrimiento personal inmersas en el proceso físico y psíquico del paso de la niñez a la adolescencia, que se vive de forma diferente según la cultura y la época de cada una. Por ejemplo, para María Coronel resulta traumático porque supone reconocer en ella la maldición de Eva en el Génesis; para Agripina, con una cultura y una educación diferentes, su pubertad es motivo de regocijo. Entre ellas también se produce, como me ha apuntado una lectora, «un conflicto ético y emocional entre la fe y la razón». Los personajes adultos de la actualidad, como Sonia o especialmente Micaela, prefieren que sea la razón la que tome el control de sus decisiones frente a los sentimientos. Sonia al menos lo intenta para ser honesta con su hija y con los valores que le debe transmitir, aunque sus errores en ese sentido le costarán caro. Aunia, la madre de Agripina es una mujer celtíbera de fuerte carácter que se mantiene libre e independiente incluso en el seno de un matrimonio romano. No me parece que sea solo el mundo femenino el garante de la esperanza en esta novela porque Sonia vive rodeada de amigos y familiares del género masculino que le aportan unos valores que necesita y que le permiten resolver sus grandes conflictos para afrontar su sombra. Por mi parte he intentado un ejercicio de empatía con este personaje hasta el punto de identificarme a veces con él.

El ejercicio del mal en la novela corre a cargo de personajes masculinos; Albenes, el druida del bosque sagrado de Buradon; Fray Felipe y Eugenio. Cada uno vinculado a una de las niñas y vencido por la fuerza de las tres juntas. Pero no es el mismo mal; en Albenes es un mal sin remisión, irracional, que se destruye a sí mismo. El mal de Fray Felipe se puede expiar, con el sacrificio y el arrepentimiento. El de Eugenio con el autoconocimiento y la magnanimidad de los otros. ¿Por qué estas distintas soluciones?, ¿obedecen a la propia evolución del ser humano según la cultura y la educación?

Me hubiera gustado responder que sí pero basta con observar a nuestro alrededor para comprobar que muchas cosas no han cambiado con los siglos. Albenes, el druida, es un fundamentalista religioso y un sociópata capaz de llevar a los suyos a una guerra para conseguir sus fines, despreciando el progreso y provocando una involución cultural en su pueblo. Es un fanático religioso y un xenófobo. En la actualidad no hemos desterrado ni el fanatismo religioso, ni la xenofobia ni el racismo. La maldad de Fray Felipe es enfermiza y despreciable; al personaje se le obliga, mediante el descubrimiento y aceptación de una conciencia ética, a tomar decisiones acordes con aquello en lo que cree irracionalmente. Eugenio es un narcisista psicópata que juega con las emociones y sabe manipularlas. El primer enfrentamiento es con Fray Felipe y no requiere la total unión de las tres niñas, solo una de ellas, seguramente la más poderosa, resuelve el conflicto. Contra el druida Albenes son las tres niñas las que deben unir sus fuerzas ayudadas por Telekios, el maestro de Agripina. Su fundamentalismo no parece tener cura, porque no esconde una enfermedad, su odio ha sido elegido y ese es un camino sin retorno. El enfrentamiento con Eugenio se resuelve al final, porque posee una maldad escondida, difícil de descubrir y por tanto dispone de más tiempo para hacer daño. Tiene la gran suerte de estar rodeado, en ese momento crítico, de seres con una gran integridad moral. Es cierto que hay personajes masculinos malvados pero, como ya he apuntado antes, también los hay honestos que asisten, apoyan e incluso sirven de modelo a las protagonistas: Telekios, Marco, Carmelo, Adolfo… o, en algunos aspectos, el mismísimo Capitán Contreras.

Interesará saber a nuestros lectores cómo ha crecido en tu novela el personaje histórico del Capitán Contreras, uno de los personajes masculinos de la novela más benéficos contra la opinión que de él pudiéramos tener por los violentos hechos de su vida real, contada por él mismo a instancias de Lope de Vega. ¿Qué te hizo darle este giro a su biografía?

Alonso de Contreras se mueve por el deber y la lealtad. Como soldado, mercenario o corsario, es un guerrero violento que suele actuar antes de pensar pero que en tiempos de calma recapacita y valora, en otros, aquello que no posee, porque sus circunstancias vitales no se lo permiten. La respuesta al adulterio de su mujer y a la deslealtad de un amigo es la espada, después se retirará a purgar sus culpas «a la halda de Moncayo», como ermitaño en Ágreda. Más tarde será llevado preso por un equívoco y volverá a tomar las armas, pero antes pasará de nuevo por Ágreda para despedirse de los amigos que allí hizo mientras era un ermitaño que pedía limosna, quiero pensar que en la Iglesia de San Miguel. Hasta aquí la historia. En la novela coincide con la niña María Coronel y admirará en ella esos valores que él no posee pero que reconoce, respeta y que, por principios, se ve obligado a defender. En un futuro literario, ya retirado, volverá a coincidir con ella de forma singular y asumirá una nueva misión, porque no puede sustraerse del deber que le imponen la figura y los valores de Sor María de Jesús. Sencillamente me pareció una bella historia con un secreto que desvelar para que el lector pueda disfrutar de la belleza de este y de otros secretos.

Tus lectores van a sorprenderse con aventuras trepidantes propias de un guion cinematográfico que no vamos a contar aquí. Aprenderán y disfrutarán de un conocimiento más vívido de nuestra historia que el que los secos datos de los documentos nos proporciona. Pero, sobre todo ello, reflexionarán con los personajes en torno a cuestiones atemporales como la lealtad, el amor, la religión, la ciencia y lo inexplicable… El misterio que une a las tres niñas en una experiencia de comunicación no es el de un viaje mental en el espacio, como el que define a las bilocaciones de Sor María, sino de un viaje mental en el tiempo, como resultado de tres tiempos (al menos, pues el de Tabit, la niña jumana, es el tiempo del futuro, año 2039) que discurren en paralelo. El relato ensaya una respuesta para este fenómeno, de momento literario. Me gustaría que resumieras esta respuesta o conjunto de hipótesis.

Personalmente no entiendo muy bien la magia o la fantasía como simple objetivo literario y huyo de la literatura fantástica con pocas pretensiones. Prefiero la ciencia ficción profunda que invita a reflexionar sobre el ser humano, la existencia o los problemas que nos acucian actualmente y que estamos obligados a resolver como los medioambientales y los sociales. Como docente de ciencias, los fenómenos que observamos deben ser susceptibles de ser explicados e incluso corroborados experimentalmente. El ser humano, desde la infancia, es curioso y si ese aspecto de su personalidad se educa, aplicará el método científico y la razón a sus observaciones. Detrás de cada fenómeno inexplicable, o incluso de un milagro aceptado culturalmente, hay una gran historia que puede oscilar entre el fraude, una mala interpretación conveniente o un nuevo fenómeno natural no explicado aún. En el relato he optado por esta última suposición y, a falta de datos experimentales difíciles de obtener, la ciencia ficción ofrece un itinerario coherente y, para mí, también educativo. Por tanto, las hipótesis mostradas en la novela para explicar el fenómeno del viaje en el tiempo me han supuesto un recurso adecuado y reflexivo para hablar de otros temas que sí que me preocupan como la ciencia y sus límites, la religión y sus conflictos, o el amor, siempre inexplicable y a la vez recurrente. Existe una Física de frontera que intenta explicar el hasta ahora misterio de la consciencia, el de los universos múltiples y paralelos y también el de la realidad entendida como un universo holográfico en el que existe un gran emisor que es el que proyecta esta realidad. Hay físicos que trabajan con estas y con otras hipótesis fascinantes y, en el futuro, posiblemente la ciencia nos sorprenderá con nuevos descubrimientos como en su momento lo hizo con la teoría de la relatividad o la de la evolución. Actualmente, salvo por algunos fundamentalistas religiosos, la teoría de la evolución ya no se cuestiona, solo se va completando poco a poco. La fe plantea nuevos retos al pensamiento humano que precisa de su honestidad porque hay una tendencia a querer creer antes que a comprobar. Estamos tan habituados a ver en otros la diferencia entre lo que creemos y lo que queremos creer que hacemos poco autoanálisis. En la novela se abren posibilidades a esos viajes mentales en el tiempo al amparo de la mecánica cuántica pero, al igual que un actor no es su personaje, las hipótesis manifestadas en el relato no tienen por qué ser las mías, eso sí, me han supuesto un ejercicio de reflexión personal que, de paso, hace avanzar la trama. Siempre dejo una puerta abierta porque la propia realidad es suficientemente compleja para que nos siga sorprendiendo si mantenemos ese espíritu joven lleno de curiosidad y de imaginación. Termino con una cita de Einstein: «La experiencia más bella y profunda que puede tener un hombre es el sentido del misterio. Es el principio que subyace a la religión y a todos los empeños serios de las artes y las ciencias. Quien no haya tenido nunca esta experiencia, me parece que, si no muerto, al menos está ciego». (Mi credo, 1932).

En El tiempo es de color azul nos encontramos con Ignacio Cólera, con su positivismo, sus ideales, su capacidad para la reflexión y la enseñanza (no nos detenemos aquí a desarrollar este importantísimo aspecto de la novela; la educación, el magisterio: Sonia, Telekios…). Pero también está su biografía, sobre todo representada en el personaje de mayor definición psicológica, Sonia. En ella están tus raíces familiares, tus experiencias de infancia y adolescencia vividas en Ágreda, tu tarea docente, tus proyectos, tu amor por la naturaleza y por la ciencia… ¿Qué más de ti hay en Sonia y en la novela?

Los que han leído la novela afirman que Sonia se parece mucho a mí y quizá tengan razón pero en realidad a mí me gustaría parecerme mucho más a ella. Medio en broma puedo decir que compartimos algunos gustos musicales. Parte de su familia, como la mía, procede de Ágreda y, para ella, esta tierra junto al Moncayo ha sido desde niña su mundo de juegos, de los primeros amores y de su libertad de verano, ya que durante el resto de las estaciones se sentía atrapada en una educación nacionalcatólica imposible de asumir. Existe en su memoria -como en la mía- esa calledelmedio de Ágreda a la que siempre acude para ser fiel a sí misma porque representa lo mejor de su universo infantil. No hay crecimiento ni aprendizaje sin autoanálisis y Sonia ha aprendido de sus errores cuestionando sus creencias, su fe y su pensamiento a lo largo de su vida. No lo ha hecho sola y quizá, para mí, es el aspecto más importante de la novela. Sonia, desde su adolescencia, porque antes no se elige, se ha rodeado de personas que la quieren y a las que quiere. Su elección ha marcado su vida para bien o para mal. Actualmente se considera una educadora liberal comprometida y, por encima de todo, es madre. Tal y como afirma uno de los personajes históricos, su fuerza, además de la que le suministra el propio Moncayo, reside en sus amigos; a Sonia no le importa tanto lo que piensan sino cómo actúan. En definitiva valora la buena amistad y por tanto, como ya dijera Aristóteles, uno es feliz si está rodeado de buenos amigos. Por eso quiero parecerme a ella, aunque a veces se equivoque. Al final, siempre es el amor… en sus múltiples facetas.

No me gustaría cerrar esta conversación sin reconocerle a Ignacio Cólera el mérito de haber edificado una gran obra que nos contagia el amor a nuestra tierra, nuestro paisaje, nuestra historia y nuestra gente, elevándolo todo a una categoría superior, como si no solo fuera nuestra sino universal.

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