Atardecer en Cueva de Ágreda

LAS FOTOS DE SONIA CALLIZOTIERRAS DEL MONCAYOLA NOVELA

Ignacio Cólera y Sonia Callizo

5/17/2024

Cueva de Ágreda, una población a los pies del Moncayo.
Imagen tomada desde el cerro del Pelado (La Majada).

El cerro del Pelado es la parte sobresalente de la zona llamada la Majada. Desde este lugar se tiene hermosas vistas a las sierras de Toranzo, el Tablado y, sobre todo, a los tres macizos del Moncayo desde una atalaya privilegiada.

Para alcanzar este lugar hay que seguir el sendero de Los Praos, PR-SO 19, con inicio en la localidad soriana de Cueva de Ágreda, que recorre la ladera oeste del Moncayo, a través de pastizales, dehesas y bosques de rebollo.

El sendero culmina en un amplio prado con un círculo de robles rebollos centenarios denominado El Colladillo. Desde allí se puede alcanzar el alto del Pelado que es el extremo oeste del collado y disfrutar del panorama.

Este es uno de los lugares del Moncayo preferidos del personaje de Sonia Callizo y también el lugar de iniciación de Agripina de Arégrada para ser designada como sacerdotisa del bosque sagrado de Buradon. Para más detalles os remito a los capítulos 33 y 34 de "El tiempo es de color azul".

El Cerro del Pelado, en Cueva de Ágreda, se yergue majestuoso en la zona conocida como La Majada, un rincón que cautiva con su esplendor. Desde este promontorio, se despliegan panorámicas impresionantes de las Sierras de Toranzo, el Tablado y, sobre todo, los tres imponentes macizos del Moncayo.

Acceder a este enclave único se convierte en toda una experiencia gracias al Sendero de Los Praos, PR-SO 19, cuyo punto de partida se encuentra en la misma población de Cueva de Ágreda. Este sendero recorre parte de la ladera oeste del Moncayo, deslumbrando a los visitantes con la diversidad de paisajes que ofrece, desde extensos pastizales hasta frondosos bosques de rebollo, pasando por encantadoras dehesas.

La culminación de esta travesía revela un regalo para los sentidos: un amplio prado conocido como El Colladillo, donde un círculo de robles rebollos centenarios abraza a quienes se aventuran. Desde este punto mágico, se abre la oportunidad de ascender al alto del Pelado, el extremo oeste del collado, brindando a quienes llegan la oportunidad de disfrutar de un panorama sin igual.

Este es un lugar que ha marcado la vida de personajes de mi novela como Sonia Callizo, quien lo considera uno de sus rincones predilectos en el Moncayo. Además, es el sitio donde Agripina de Arégrada inició su camino para convertirse en sacerdotisa del bosque sagrado de Buradon, como detallado en los fascinantes capítulos 33 y 34 de "El tiempo es de color azul".

En definitiva, el Cerro del Pelado no solo es un punto de singular belleza, sino también un escenario cargado de historias y significados que enriquecen la experiencia de quienes se aventuran a descubrirlo. Invito a quien se acerque por estos lares a sumergirse en la majestuosidad de este rincón escondido y dejarse cautivar por la magia que emana de sus paisajes.

Aquí os dejo una cita del mencionado capítulo 34 donde se describe parte del rito de iniciación celtíbero para ser digna del título de sacerdotisa del bosque sagrado de Buradon:

"[Agripina] Debía dedicar un tiempo a la reflexión. Clavó el venablo en el suelo y respiró profunda y serenamente como le había enseñado su maestro. Enseguida volvió a sentir la presencia de Selina y también, aunque más débil, la de María. Cerró sus ojos y escuchó. Del collado le llegaba el alboroto de la fiesta con gritos, cánticos y música que creaban un ruido de fondo molesto para su concentración y también para su tarea que requería un necesario silencio. Para encontrar a un animal y cazarlo lo antes posible debía alejarse más del bullicioso festejo. Buscó los senderos que abría el ganado hacia el este y que bajaban hacia el barranco. Quería alejarse del otro barranco, el del río Lugaius al oeste del collado, para no encontrarse con Segilo. Además iba a necesitar agua, en las últimas horas no se había preocupado de beber y la sed la agobiaba. Su madre le había descrito con detalle la zona y sabía que bajando desde el collado aparecerían pequeños afloramientos de agua. Descendió despacio y al cabo de media hora el bullicio había desaparecido y sus pies pisaban terreno húmedo. Se internó más en el barranco buscando algún río al que se acercaran animales a beber. Tuvo que andar otra media hora, esta vez ascendiendo en la montaña hasta encontrar el río de las Matres, aguas arriba de la poza en la que había recogido las avellanas. Después de beber se sintió fortalecida."

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